Estoy harta de fingir que todo está bien, de ser esa chica siempre sonríe y piensa en las cosas más alegres para olvidar todo lo que está sufriendo. Ahora necesito a alguien que me ayude, que pueda comprender como me siento realmente y que pueda arreglar la situación. 

¿Y se supone que tú eres quien me conoce desde que llegué al mundo?
No, tú no me conoces. Si me conocieras no dirías cosas tan crueles, frías y desgarrantes sobre mi. Comienzas a darme asco. Comienzo a querer verte muy lejos de mi vida. Ahora mismo sí estoy siendo cruel. Pero según tú, esto es algo muy natural en mí, ¿verdad? 

Hoy será un día grande, lo presiento.

Como todas las tardes desde que me sentaba en aquel banco, la chica de pelo negro y pequeña estatura no tardó en pasar por allí. Solía ir siempre con un paso tranquilo, pero muy vivo. Aún así, lo que más me llamo siempre la atención era su radiante sonrisa, que llevaba puesta todos los días y hacia feliz a cualquiera tan solo la viera. Sin embargo, y por alguna razón, aquel día sus ojos expresaban tristeza y ansias de llanto.

Todos creemos que tenemos a donde ir a parar, que hacer en nuestra vida, el camino que tenemos que seguir. Pero al final nos terminamos dando cuenta de que no hacemos lo que queremos, sino de que nos hacen creer que es eso lo que queremos realmente. Vivimos en una sociedad en la que somos todos marionetas mal manipuladas.

Anhelo vivir en la inocencia de la ignorancia y en la tristeza de la felicidad.